jueves, 31 de julio de 2014

¿Sabe ese momento en el que su mundo se desmorona?
¿Cuándo todo lo que tenía ya no está?
¿Cuándo escucha esas palabras que desearía no haber escuchado nunca?

Si me pregunta que se siente en ese momento,
solo podría decirle que nada.
Y déjeme decirle, que es muy triste no sentir nada.

Lo fácil sería sentir odio por usted,
pero no ese odio que todo el mundo conoce,
yo le hablo de otra clase de odio.
Podría odiarla como nadie en este mundo la odiaría.
La odiaría como no se puede odiar a nadie más.
La odiaría porque siempre sigue ahí.
La odiaría tanto que podría hacerla resucitar del miedo.

Pero no siento nada, salvo un vacío enorme en el pecho,
un vacío abismal en mi cama y sabe usted bien que no
es muy grande.
Siento un vacío cuando subo a mi coche y siempre
miro a mi derecha, dónde usted solía sentarse.


Le hablo de ese vacío que se queda en el corazón,
de ese que todo el mundo dice, que el tiempo lo curará.
Pero usted y yo sabemos que ese vacio
no sé va a volver a llenar.
Ni lo va a llenar el tiempo, ni lo va a llenar ninguna
otra persona que no sea usted.
Ese vacío lleva su nombre y apellido.

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